La vida es una espiral.

Puede ser ascendente que es lo ideal, ese movimiento hacia el crecimiento, hacia la expansión.

Ir hacia arriba donde buscamos ser mejores personas, conectar con nuestra mejor versión, elegir hábitos que nos hacen bien, visualizar nuestros sueños y encontrar la motivación para hacerlos realidad.

Es ese caminar con intención, con propósito, y con el deseo de vivir más alineadas con lo que somos y con lo que realmente queremos.

Pero también la espiral puede ser descendente. Y no porque estés retrocediendo o haciendo algo mal, sino porque hay momentos en los que necesitas ir hacia adentro.

Momentos en los que la vida te lleva al silencio, a pausar, a soltar el ruido externo para poder escucharte de verdad.

Es en ese espacio más profundo donde conectas con lo que sientes, con tu corazón, con lo que has evitado.

Y sí, a veces ese descenso viene acompañado de altibajos, pero no significa que estés mal.

Significa que algo dentro de ti se está moviendo.

Que estás acomodando emociones, haciendo espacio, dándole lugar a lo que necesitaba ser visto.

Eso también es sanar.

Sanar no es lineal

Porque no solo se crece cuando todo va bien.

A veces es en las pausas, en los vacíos o en los silencios donde más aprendemos de nosotras mismas.

Muchas veces es justo ahí, en medio del silencio incómodo, donde aparece la claridad.

Sanar lleva ritmos diferentes, procesos distintos.

A veces estarás arriba y otras abajo.

Lo importante es cómo vives tu sanación, qué significado le das a los procesos que atraviesas, y aprender a ser compasiva con tus propios tiempos.

¿Qué es sanar?

Sanar es perdonarte y perdonar.

Es dejar de compararte.

Es aceptar.

Es liberar.

Es soltar.

Es volver a estar en paz contigo.

Es elegir cosas que te hagan sentir mejor.

Solo tú te conoces en lo profundo.

Solo tú sabes lo que tu cuerpo, tu alma o tu corazón necesita.

Y si todavía no lo sabes, cierra los ojos y pregúntate con honestidad:

¿Qué necesito en este momento?

Una nueva forma de estar contigo

Sanar es comenzar a construir una nueva manera de relacionarte contigo misma.

Aprender a estar en más seguridad. En más amor.

No se trata de llegar rápido.

No se trata de sanar “bien”.

Se trata de acompañarte con amor mientras atraviesas lo que estás viviendo.

Cuando vives desde esa ligereza… ahí comienza a suceder el cambio.

Pregúntate cada día

¿Qué necesita mi cuerpo hoy?

¿Qué necesito yo?

Escucharte, conocerte y hónrate.

Ese es el primer paso para una conexión real contigo misma.